UN
NUEVO ESPACIO POLÍTICO Y SOCIAL
Víctor Meseguer y Catalina Guerrero*
La crisis socio-económica ha provocado una
reducción paulatina en los ingresos medios que perciben los hogares españoles.
Así lo constata el Instituto Nacional de Estadística, a través de fuentes
oficiales como la Encuesta de Condiciones de Vida. Los últimos datos revelan
que el ingreso monetario medio anual neto por hogar se situó en 26.154 euros en
2014, con una disminución del 2,3% respecto al año anterior. El ingreso medio
por persona alcanzó los 10.391 euros, cifra un
1,3% inferior a la registrada en 2013. La tasa de riesgo de pobreza se
sitúa en el 22,2%, siendo los menores de
16 años los que alcanzan el mayor porcentaje ( 30,1 %). La Unión Europea, por
su parte, cifra en un 27,3% el porcentaje
de personas que en 2013 estaban en riesgo de pobreza o de exclusión social en
nuestro país (Tasa AROPE), siendo los niños y jóvenes de entre 0 y 17 años
nuevamente los más afectados (33,8%). Estos datos sitúan a España por
encima de la media que se obtiene para el conjunto de países de la Unión
Europea (24,5%) en materia de pobreza y exclusión social... Son los
condimentos con los que hay que fabricar eso que antes llamaban futuro. El que
no soporte el calor, que no se meta en la cocina.
Estos datos, junto con los que
hacen referencia al desempleo, ponen de manifiesto el fracaso colectivo de las
políticas, las estrategias y las metodologías puestas en marcha para su
abordaje, obligando a los diferentes actores a diseñar, experimentar, validar y
transferir a las políticas públicas
nuevas formas de hacer las cosas, nuevas metodologías y estrategias de
intervención social, que incorporen las alianzas entre actores diversos, la
creatividad, la diversidad y la participación. Es decir, un nuevo espacio
político y social en el que no nos resignemos a que las respuestas vengan de
individuos iluminados o gurús, sino de la inteligencia colectiva, de la
cooperación, de la colaboración y de la puesta en común, porque, como decía
Stuart Mill: "Cuando uno discute consigo mismo, tiene tendencia a darse la
razón".
Hablamos de Innovación Social,
un concepto relativamente nuevo, moderno, novedoso, pero cuyo significado viene
de lejos: desde los hospicios en la Edad Media, hasta el movimiento cooperativo
(en plena revolución industrial), o los microcréditos, o el crowfunding o el
blablacar, etc. Es decir, tenemos que
superar el concepto de I+D+i vinculado de manera exclusiva a los ámbitos tecnológico y científico,
para situar a las personas en el centro de discusión y a la innovación social como
un objetivo central y transversal a todas las políticas de I+D+i. Esta fue una de las conclusiones de las jornadas “Compromiso
con la Innovación en la Región de Murcia”,
organizadas por la Dirección General de Investigación e Innovación y el Vicerrectorado de Formación e Innovación de la Universidad de Murcia, celebradas el pasado
12 de mayo en el Centro Tecnológico de Murcia.
A nivel más operativo, se acordó la constitución de un círculo sobre innovación
social para abordar los principales retos, necesidades y demandas sociales
desde la coordinación público-privada, con la implicación y la participación de
la propia ciudadanía, organizada para la conformación de grupos territoriales
de intervención, integrados por la administración, las entidades del tercer
sector de acción social, las empresas de economía social, las universidades y
otros actores sociales presentes en el territorio.
A resultas, como afirma la
Comisión Europea, en el marco del concurso de Innovación Social New Ways to Grow,
Europa necesita un crecimiento que no cree únicamente valor financiero, sino
también progreso social para los ciudadanos, los gobiernos y las empresas. En
este sentido, se hace necesaria la aplicación de ideas y prácticas novedosas en
el ámbito de la gestión pública, con el objetivo de generar valor social.
Entendida así, debemos asumir una clara y latente
dimensión social y pública de la innovación, que no podemos ni debemos obviar,
y cuyas finalidades son satisfacer necesidades sociales y ofrecer unos servicios
públicos de calidad: eficientes, eficaces y operativos, orientados a atender
los desafíos de la ciudadanía. Es decir, debemos caminar hacia un modelo de
innovación pública basado en la apertura, la participación y la colaboración,
desde perspectivas abiertas, colaborativas, interactivas
y transparentes.
Los
modelos actuales de crecimiento no sirven para una sociedad donde la escasez es
la norma y donde demasiada gente se queda atrás. Nuevas maneras de colaborar,
cooperar, co-crear y crecer son necesarias para construir, entre todos, una
Europa sostenible e inclusiva, donde la cultura de la innovación lleve a las
administraciones al compromiso estratégico de crear productos, servicios y
soluciones que aporten valor a la sociedad, apostando por la colaboración
público-privada como una de las claves de la innovación. La innovación es un
proceso que afecta a toda la sociedad y exige caminar hacia nuevas formas de
colaboración y nuevos espacios de articulación para las organizaciones del
sector público, privado y social.
*Víctor Meseguer Sánchez
es Responsable de la Plataforma de Innovación Social de la UMU. Catalina
Guerrero Romera es Coordinadora de Innovación del Vicerrectorado de Formación e Innovación de la
UMU.